La verdad es que es una palabra que me gusta… es como «pedir dinero» pero en fino.
¿Conocéis aquella película en la que una jovencísima Concha Velasco (Conchita, claro) era la protagonista y vestía de cuestadora?
La canción principal de «Las chicas de la Cruz Roja» de la desaparecida Ana María Parra -que podéis escuchar aquí en Spotify– decía que las 10.000 chicas que repartían banderas y pedían dinero para la causa eran como flores que sonreían y te cantaban a cambio de una limosna.
Hoy el chico que os digo me ha mirado con mala cara por pasar muy rápido por su lado (he sido sorprendentemente más ágil que él y he hecho un quiebro para dejarlo plantado). Ha alzado la voz y ha emitido un gruñido de desaprobación entre la multitud…
No es que no quisiera dar dinero. Es que si se hubiera parecido a Conchita Velasco y, como decía Ana María Parra, hubiera sido una florecilla alegre, me hubiera sonreído -y ya no os digo si me hubiera cantado- hubiera hecho el magnánimo esfuerzo de reorganizar mis pesadas bolsas para sacar unas monedas.
Monas, como ésta, ¿no?