Es extraño.
Son 27. Ni muchos ni pocos. Mirando atrás pienso que soy mayor pero, sinceramente, a veces siento como si volviera a empezar una y otra vez… lo que me sitúa en un punto intermedio.
¿Niña o mujer? Creo que me quedo con ambas, no quiero ser como esas chicas que tienen 22 y parecen sus propias madres. Si quiero ser pequeña otra vez… lo soy, pero puedo ser mayor, responsable y seria (eso es la vida de adulto, ¿no?) Eso sí, no me crea un trauma como a Britney, que insistía en que no era una niña, aunque tampoco una mujer, o como a Miley Cirrosis Cyrus que la pobre quiere crecer hasta los 30 de golpe… No sólo forma parte de la edad, forma parte de la manera de ser. Claro que puedo tener hijos, vivir en familia oh wait! ¿con quién? y hacer lo que hicieron antes otras tantas mujeres.
Estoy en un momento en el que me pregunto ¿Qué soy? ¿Qué quiero ser? Cuando era pequeña no entendía mucho esas preguntas filosóficas, ahora la verdad, tampoco. Sé lo que quiero ser. Sencillamente lo que pasa es que el proceso es lento y difícil, y seguramente no lo consiga nunca.
Al menos siento que queda mucho por delante, tanto que hoy estoy en Barcelona pero sueño con el fuego en las colinas… ¿y si tal vez los 27 sean la puerta a ir hasta allá? ¿Y si el verano que viene me siente al lado del Kamo a ver quemar kanji en las montañas?
Los cumpleaños me ponen melancólica… pero no por cumplir años o hacerme mayor… sino porque siento que no aprovecho suficientemente el tiempo, porque veo a gente mucho más pequeña que yo con más pines puestos en los currículums… y porque veo a gente mucho más mayor intentando aún perseguir un sueño que no deja de serlo.
Me gustaría dejar de perseguir sueños para poder empezar a dirigir planes. Ese es mi deseo al soplar las velas no sé qué velas pero bueno, dejémoslo en metáfora cursi
27. Dejadme que patalee un rato…