Tras un año un poco feo, pero del que he salido exitosa, llega un 2016 reluciente, como una hoja en blanco hiperclorada, esperando a que vengas de comer galletas y plantes tu mano aceitosa en ella… algo así. O como la nieve recién caída en la pradera (algo que en Barcelona pasa constantemente, ya sabes). Vamos, que me has entendido.
Aquí está el 2016 con sus brazos en jarras como diciendo «A ver, ¡¿qué?!», y tú «¡¿Qué de qué?!», y el 2016 «Pues eso, ¡¿que por dónde empiezas?!», y yo delante, contrariada, sin saber muy bien qué decirle… pero sabiendo que es otra oportunidad para volver a empezar.
Pero cuidado, volver a empezar no quiere decir partir de cero.
Como todo el mundo, yo también llevo una mochila y cambiar de año, para mí, no es más que cambiar de mochila tras haber pasado 12 meses con la anterior. ¡Una mochila más cómoda, claro! En esta ya he metido las cosas buenas del 2015, y también las negativas, que van al fondo, junto al aprendizaje que he sacado de esas cosas malas, que me construyen un armazón más sólido para no desfallecer en travesía.
Como siempre, el camino será duro pero justo eso es lo que va a hacer que consiga mis objetivos de este año, porque solo con caminarlo, los voy a cumplir. ¿Por qué? Porque esta vez mis propósitos no son muchos, solo uno, en realidad: estar sana física y mentalmente.
Así que para mí es fácil: camina Coco. Cuanto más camines hacia adelante más sana estarás.
Solo cuando camino hacia adelante puedo a llegar a sentirme imparable, a hacer millones de cosas, a hacer realidad proyectos esbozados en libretas y a conseguir pequeños hitos que me he marcado en ese camino. Me siento resolutiva, capaz, ágil, siento un cierto orden, me motivo… ¿no te pasa?
Sé cuál es esa sensación, así que este año lo único que quiero es sentirla.
Por eso, cuando toque cambio de mochila en 2017, miraré atrás para recoger el nuevo y alucinante armazón de la mochila y entonces… entonces volveré a prometerme lo mismo.
Ya lo verás.
¡Feliz 2016 a ti también!