Volví anteayer de mis vacaciones pascueras (que no pascuenses -ojalá-). He estado en la provincia de Málaga, dando vueltas por la capital, por Ronda, Nerja, Frigiliana, en un hotel de Torremolinos y también he ido a Gibraltar, Tarifa y Granada. He visto un montón de lugares bonitos, con mucho encanto y gente estupenda, siempre con una sonrisa
Es tan divertido ir, como volver a casa y dormir en tu camita. Pero hay una cosa que me preocupa…
En 2005 entraron a robarnos a casa un día que estaban mi (entonces) amiga Natalia y mi amiga japonesa Aki. Salimos de fiesta y al volver a las 7am la puerta estaba abierta, al entrar al hall estaba todo revuelto y el contenido de los cajones en el suelo. Les dije que se quedaran en la calle porque me temía lo peor: mis padres y mi hermano dormían dentro y no sabía qué había sucedido. Subí rauda a los cuartos y desperté a mi familia. Por suerte no se habían enterado, pero las puertas de las habitaciones y la terraza estaban abiertas.
Al final robaron la cámara de vídeo, un móvil que Aki había comprado en España y dinero en efectivo. Lo peor fue el susto y perder los vídeos de la cámara donde salía mi amiga nipona haciéndonos comida típica. Arreglamos y preparamos la casa con muchas más medidas de seguridad y ahí quedó la historia.
¿Y por qué estoy preocupada?
Porque una semana antes de que sucediera, los timbres de mi casa aparecieron marcados una mañana. Y tenían la misma señal que la que ayer descubrimos en uno de los timbres: una tremenda
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